No hay duda que hay días
en los que siento que todo está al revés.
En los que me siento desconectado
de todo y de todos.
En los que ni yo entiendo como fue
que llegué a donde estoy en estos momentos.
Recordando, reviviendo viejas memorias
me encontré con archivos de mi pasado.
Entre fotografías, cartas y recomendaciones,
me vino una etapa que aunque recordaba
no me pareció importante en su momento.
Los que me conocen saben que mi etapa puberta
no fue la más fácil.
Problemas por aquí y por allá
terminaron por enviarme a consultar a un loquero.
De las cosas útiles que me dejó,
sin miedo a sonar melodramático,
fue ese ejercicio absurdo y cliché
de los globos que cubren el brillante sol.
Dejar ir los globos en su momento era divertido,
ver como esa nube gris que me cubría no era
otra cosa que mis propios miedos y frustraciones.
Hoy, 12 años después,
descubrí que aún quedan globos flotando sobre mi.
Así que decidí volver a ese consultorio verde y sombrío
en un cuarto piso, me senté en esa silla incómoda
y sin mas ni más, dejé ir los mentados globos
bloqueadores de luz y felicidad.
No se si vaya a funcionar,
así que mientras encuentro
a otro globero de plaza
que me venda una docena a mitad de precio
me echaré al sol.
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