14.11.11

El indio y el compadre

En todo conflicto y en toda historia siempre hay dos partes, dos versiones, dos visiones.
DOS.
La unilateralidad no aplica en algunos casos, como éste.
La renuencia a permitir que me controlen, me vigilen o se preocupen por mi (no importa si son solos delirios de persecución o visiones fundamentadas) siempre trae consigo malos resultados.
Aceptar mis culpas y mi parte en cada caso se ha vuelto tan cotidiano que raya en el cliché.
Mi no poder decir las cosas de frente me ha metido en líos y no precisamente de faldas, o si, no lo puedo asegurar con certeza.
Dar las cosas por sentado tampoco da buenos resultados.
La literalidad (de palabras y actos) no va conmigo y sin embargo pide a gritos aparecer para solucionarme la existencia.
Aparentemente mi mal humor puede hacerme retroceder unas cuantas cuadras.
Esto es lo que es, son los vestigios de una serie de hábitos y costumbres que resisten a irse por completo.
Mientras tanto yo seguiré de buen y mal humor y que el mundo siga girando.
Bien lo dice el dicho que titula esta serie de palabras inconexas que pretenden alivianar la conciencia.

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